Reseña de "De ninguna parte", de Julia Navarro

"Nunca he dormido con ninguna mujer. No puedo permitírmelo. Podría soñar, decir en voz alta cualquier cosa que me pudiera delatar. Mi vida se resume en matar y huir. Matar y huir. Matar y huir. La mujer que conocí anoche me ha despedido en la puerta mientras bostezaba. Parecía aliviada de verme marchar. Dentro de unos minutos no recordará mi rostro ni yo su nombre".

Procedente del periodismo, Julia Navarro (Madrid, 1953) ha contado realidades históricas de todos los tiempos en títulos como "La hermandad de la Sábana Santa" –su primer best-seller–, "Dime quién soy", o "Tú no matarás". Tres años después de la publicación de aquel trabajo, aborda el yihadismo islámico en "De ninguna parte", su novena novela.

“En esta obra, como en las anteriores, intento hacer un viaje sobre la condición humana. A mí es lo que me interesa, los claroscuros que todos llevamos dentro”, comenta  la autora en una entrevista publicada por The Huffington Post. “Son asuntos que ocupan a diario los periódicos, los informativos de la tele y la radio, lo que abordo son tres problemas de nuestro tiempo y de la sociedad en la que nos ha tocado vivir. Lo que hago es invitar a los lectores a una reflexión en una novela de acción”, señala la autora superventas.

Plaza & Janés publica "De ninguna parte", de Julia Navarro, en edición en tapa dura, de 416 páginas, que sale a la venta al precio de 21,75€. También está disponible en versión para descargar para Kindle, por 10,44€.


Sinopsis de "De ninguna parte", dos mundos que chocan

El joven Abir Nasr trata de sobrevivir en El Líbano. Pero la acción de un destacamento de soldados israelís provoca una tragedia, de la que se convierten en víctimas colaterales su madre y su hermana pequeña. Ante sus cadáveres, el chico jura que se vengará, antes de huir con su hermano, Ismail. Se verá obligado a mudarse con unos familiares a París, donde conocerá a dos jóvenes que resultarán cruciales para él, su prima Noura, que se rebela ante las exigencias de su progenitor –un integrista islámico– negándose a pasar por el aro de un matrimonio concertado, y Marion, vivaracha adolescente de la que se enamora. Pero la vida allí no le va del todo bien, por lo que tras una serie de avatares acabará en Afganistán.

Mientras tanto, vive un auténtico infierno uno de los reclutas responsables de la matanza, Jacob Baudin, hijo de franceses emigrantes en El Líbano. Se ha alistado para cumplir con el servicio militar después de que por insistencia de su madre la familia se haya mudado a Israel. Pese a su origen judío, se siente en ese país como un extranjero, y poco a poco simpatizará con los refuseniks, objetores de conciencia que se niegan a combatir en los Territorios Ocupados. Pero su futuro está en las fuerzas de seguridad…


Crítica de "De ninguna parte", el drama del terrorismo

La autora recupera el conflicto de Oriente Medio, años después de "Dispara, yo ya estoy muerto", donde recopilaba la historia de Palestina a lo largo del siglo XX. Esta vez, se centra en el momento actual, cuando el terrorismo parece no tener fin, y se centra en las consecuencias que la violencia provoca en los ciudadanos de a pie, de ambas caras de la moneda. De paso, aborda otros asuntos como la búsqueda de las raíces (como presagia el título), el choque de culturas y las consecuencias de dejarse llevar por la presión del ambiente. También se puede entresacar un grito de lamento ante la situación del periodismo, que sufre presiones de todo tipo.

Parece haber seguido como modelo las obras de espionaje de John le Carré. Cuestiona por igual a los violentos de cualquier signo, con un notable esfuerzo para mantenerse en el medio. Pero exhibe valentía Julia Navarro a la hora de hablar del fanatismo religioso, y aunque sus críticas pueden extenderse a los radicales de cualquier credo, atacan sobre todo a los más furibundos seguidores del islamismo, que en el momento actual provocan un mayor número de muertos. 

Escrita en tercera persona, como es habitual en la obra de Julia Navarro, la novela se distingue por un ritmo endiablado, que no deja tregua al lector. Abundan las secuencias de acción o explosiones –lo que la convierte en una obra muy cinematográfica– y algún que otro giro inesperado, que ayuda a mantener la tensión. Como en otras de sus obras, se vale de personajes muy reconocibles, con los que el lector empatiza, para describir los grandes acontecimientos históricos en los que se encuentran inmersos. No faltan esos protagonistas tan de carne y hueso que dejan huella a los que la madrileña ha acostumbrado a sus lectores, pues tanto Abir como Jacob, los principales, rezuman humanidad, al igual que Noura, la vitalista Marion, o la ínttegra periodista Helen.

No decepcionará, ni mucho menos, a los incondicionales, y a los demás les parecerá por lo menos bastante amena. Julia Navarro cumple con creces una vez más.


Crítica de "Los vencejos", de Fernando Aramburu

"No voy a durar mucho. Un año. ¿Por qué un año? Ni idea. Pero ese es mi último límite. Amalia, en el apogeo de su odio, solía reprocharme que nunca he madurado. Las mujeres poseídas por el rencor suelen escupir este tipo de improperios. Mi madre también odiaba a mi padre y esto yo lo comprendo. Él también se odiaba a sí mismo, de ahí su propensión a la violencia. ¡Vaya ejemplo nos dieron a mi hermano y a mí! Nos educan de puta pena, nos rompen por dentro y después esperan que seamos cabales, agradecidos, cariñosos, y que prosperemos".

Fernando Aramburu llevaba cinco años sin publicar, desde "Patria", uno de los grandes éxitos de la Literatura Española de las últimas décadas, donde ofrecía una visión poliédrica y necesaria del conflicto vasco. Dio lugar a una valiosa serie de HBO, que también logró una buena aceptación, por lo que su nuevo trabajo había generado grandes expectativas –que nunca son buenas–. Acierta el autor donostiarra al desmarcarse bastante de su anterior novela, pues salvo algunas alusiones a la barbarie (aquí al yihadismo del 11-S) poco tiene que ver con aquélla. Gira en torno a la crisis de la mediana edad en la época actual.

"Hay una reflexión sobre dos cuestiones que me preocupaban, no para resolverlas en forma teórica sino para aplicarles una historia", señala el autor en una entrevista en La Razón. "Una de ellas es la situación en la que queda un varón maduro en esta época de «post-patriarcado», y la otra no era tanto el suicidio, como la circunstancia en que una persona sabe de antemano el día y la hora exacta de su muerte. Lo que presupone que, tomada la decisión de quitarse la vida, tiene que haber unos cambios en su consideración de las cosas".

Tusquets publica en España "Los vencejos", en edición de 704 páginas en tapa dura, que sale a la venta al precio de 23,75€., y tapa blanda, por 21,75. También está disponible en versión digital para descargar para Kindle, por 11,39€.

Sinopsis de "Los vencejos", los últimos días

Toni,  profesor de Filosofía en un instituto, cincuentón, y hastiado de la vida, ha decidido que se suicidará en el plazo de un año, cuando lleguen los vencejos de primavera. Hasta ese momento se deshará poco a poco de sus pertenencias, pondrá en orden sus asuntos, y sobre todo redactará a diario en su piso de La Guindalera en Madrid –donde reside junto a Pepa, su perra– anotaciones en las que recuerda sus experiencias. 

Escribe sus recuerdos sobre la traumática muerte de su progenitor, marcada por la indiferencia de su madre, harta de él por sus numerosas infidelidades, y que ya anciana y aquejada de Alzheimer ha tenido que ser ingresada en una residencia, pese a la oposición inicial de Toni, su hermano. También sobre el duro divorcio de su esposa, Amalia, y la complicada relación con su hijo, Nikita, que se ha hecho un tatuaje de una esvástica nazi en la espalda, para no ser menos que los componentes de su grupo de amigos. Y transcribe las conversaciones en el bar de Alfonso con Patachula, su único amigo, al que apoda así porque tuvieron que amputarle una pierna. Inesperadamente, reaparece Águeda, una mujer del pasado de Toni, mientras que de vez en cuando alguien le coloca en su buzón mensajes anónimos.

Crítica de "Los vencejos", completo retrato de la España actual

Si los vencejos a los que se alude en el título vuelan pero no tocan tierra, así que guardan distancia con el ser humano, el personaje central se revela como un misántropo que también quiere apartarse de sus semejantes. Resulta todo un hallazgo, pues a través de él el autor reflexiona en tono sarcástico, con mucho humor negro, sobre numerosos asuntos de actualidad. Se hace hincapié en la masculinidad posterior al #MeToo –sin olvidar el problema de la violencia de género– y en la situación política, marcada por el ascenso de partidos extremistas, y la radicalización de los nacionalistas. 

Aquí se moja bastante el autor –quizás sea lo más valioso del libro–, pues en sintonía con su obra precedente critica la ineficacia de los políticos y reparte tortas a los distintos signos. De esta forma, se arriesga a que no le acepten ni desde la izquierda ni desde la derecha. Por el contrario, ganará adeptos entre quienes se consideren librepensadores. No faltan las críticas despiadadas a especuladores inmobiliarios y al esperpento en que se han convertido los medios de comunicación, que explotan sucesos dramáticos como el asesinato del niño Julen, y ofrecen una visión del mundo sesgada por el prisma ideológico de la línea editorial. 

No falta una denuncia de la homofobia, y un sentido lamento por las continuas e ineficaces reformas educativas, que cada vez empeoran más la situación. Todos estos asuntos han provocado en el protagonista un desencanto vital fácilmente reconocible por el lector. Abundan los pasajes desagradables, que se disfrutan pero generan inquietud y una sensación de incomodidad, y la incorrección política, en especial en lo relativo a un personaje femenino al que le gusta el sexo en grupo pero luego realiza acusaciones infundadas. 

Tienen fuerza los secundarios, en especial Patachula, con una visión de la vida distinta a la del protagonista, por lo que resulta ser un buen contrapunto (resulta curioso que pese a su simpatía vote a Vox, y no se sabe cómo sentará eso a los críticos). Una novela tan ácida puede ofrecer la falsa impresión de que va a resultar pesimista. Pero nada más lejos de la realidad, pues acaba convirtiéndose en una celebración de la vida, que a pesar de sus puntos negativos también ofrece momentos impagables, sobre todo los más sencillos, como la primera sonrisa de un hijo, pero también la oportunidad de leer buenos libros. Constata que pese a la abundancia de personas mezquinas, también existen almas desinteresadas que merecen la pena. Apuesta además por el amor como vehículo de transformación e instrumento para dar sentido a la existencia.

No resulta fácil sobrevivir a un éxito tan descomunal como el de "Patria". Pero con este volumen, se confirma que seguimos teniendo Aramburu para rato. No gustará a un público tan amplio, pero a una selecta minoría le apasionará.


Crítica de "En plena noche", de Mikel Santiago


"El primer recuerdo es la línea de la carretera. Era como una larga serpiente de neón blanco y, joder, si te fijabas, hasta tenía escamas. Los faros del coche la iluminaban y yo la seguía con la mirada, esperando que en algún momento llegaríamos a ver su gran cabeza. Me la imaginaba como una víbora albina de ojos rojos y sonrisa terrorífica. Así que al principio la estuve mirando no sé cuánto. Diez minutos o media hora. No sabría decirlo".

"Primero veremos qué tal funciona "El mentiroso" y luego ya veremos si crearé toda una saga en Illumbe", decía Mikel Santiago en relación a la ciudad ficticia inventada para su estupenda novela "El mentiroso". El libro logró un enorme éxito de público, y críticas elogiosas, por lo que menos de un año después regresa a este territorio en "En plena noche", su sexta novela. Aunque se puede leer de forma totalmente independiente, tiene puntos de conexión con aquélla, aparte de que transcurra en la misma localización que el protagonista sea otra víctima de Félix Arcarazo, escritor odiado en el lugar porque había tenido un enorme éxito con un libro en el que divulgaba secretos de los habitantes del lugar.

¿Cómo logra publicar tan rápido y mantener el nivel? Al parecer, se impone cierta disciplina, pero sin autoesclavizarse. "Por la mañana me tomó un café, me pongo unos auriculares y releo las 1000-2000 palabras que escribí ayer", apuntaba en una entrevista. "Después, retocó una frase, otra, otra… hasta que cojo el ritmo y escribo otras dos o tres horas. Nada más. El resto del día es para gestiones, las redes, mi familia y mi guitarra".

Ediciones B publica "En plena noche", de Mikel Santiago, en edición en tapa blanda con solapas, de 661 páginas, que sale a la venta al precio de 20,80€. También está disponible para descargar en formato .mobi, en versión e-book, por 7,59€.

Sinopsis de "En plena noche", el regreso del roquero

Años atrás, Diego Letamendia (que utiliza como apellido artístico León) estaba considerado una de las grandes estrellas del rock español. Hasta que (por la obra del citado Arcarazo, "El baile de las manos negras", que a su vez dio lugar a un documental televisivo) salió a la luz la desaparición de su novia, Lorea, tras un concierto en Illumbe de Deabruak –el grupo que lideraba antes de emprender una carrera en solitario–. Aunque no aparecieron pruebas en su contra, las explicaciones que ofreció a la policía no resultaban convincentes. 

Tras veinte años sin pisar la localidad, y establecido en Almería, se entera de la muerte en un extraño incendio de Bert, uno de sus compañeros del conjunto, así que planea acudir al funeral, en una visita rápida en la que se hospeda en el camping del lugar. Al concluir las exequias se le acerca Cristina, novia del fallecido, que le explica que tiene que hablar con él a solas. Está convencida de que a Bert le asesinaron, y aunque Diego León piensa en un primer momento que la muchacha puede estar desequilibrada, descubrirá evidencias de que tiene razón. Además, la muerte está  relacionada con la ausencia de Lorea.

Crítica de "En plena noche", una obra muy personal

Si en "El mentiroso" Mikel Santiago conseguía enganchar al espectador todavía más que con sus libros anteriores, ahora lo vuelve a conseguir, gracias a su estilo dinámico, a su habilidad para completar los puntos que ha ocultado del relato mediante flashbacks, y a que introduce continuos hallazgos y giros, hasta concluir con un final bien hilado. Parece que el narrador se hace amigo del lector –en este sentido recuerda a Stephen King, una de sus influencias reconocidas– por lo que todo lo que narra se hace cercano, a lo que se suma que escribe con una gran frescura.

Pero además el de Portugalete ha firmado una obra más sentida y personal, donde se nota que al pertenecer también al mundillo del rock (tiene su propio grupo y ha vivido los 90, la época dorada del rock vasco), sabe de lo que habla, por lo que se podría decir que estamos ante su obra más personal. La disfrutarán sobre todo apasionados de la música. Aunque al novelista vizcaíno siempre le ha gustado introducir alusiones a clásicos roqueros, por la temática de esta obra, se alude a muchas más canciones que en otras ocasiones, sobre todo de The Black Crowes, aunque también de Bruce Springsteen, The Beatles, y otros de habla hispana, como Los Rodríguez y Fito y Fitipaldis. Se pueden escuchar todas –como banda sonora del volumen– a través de la web del autor.

Por esta razón, cobran enorme importancia los elementos nostálgicos. Pese a que el escritor siempre se ha distinguido por cuidar a sus personajes, en esta ocasión destilan más autenticad que nunca, todo indica que están inspirados en gente conocida. Sobre todo resulta llamativa la profundidad de Diego, el personaje central, los antiguos componentes de su grupo, Nerea Arruti –la ertzaina que investiga el asunto–, Ángela –encargada del camping– y el chulo arrogante Mikel Artola. 

Estamos ante una novela trepidante, donde Mikel Santiago exhibe su pulso narrativo, y abundan las secuencias imaginativas. Por otro lado, no resulta una novela frívola, pues se introducen algunas reflexiones sobre el paso del tiempo, la madurez que se adquiere con la edad, y la amistad, que sobrevive a los contratiempos. También cobran una enorme importancia las críticas a las modernas redes sociales, que pueden generar dependencia y donde tienen lugar juicios paralelos en los que se cancela para siempre a quien sin haber sido condenado por un juez, se considera indeseable, por cualquier motivo. Estas notas dan que pensar, e invitan a seguir en el futuro de cerca la trayectoria del autor, a quien ganar en madurez le sienta bien.

Reseña de "Los años extraordinarios", de Rodrigo Cortés

"Mi madre contaba que se salía del cuerpo por las noches, cuando mi padre dormía. Y que luego se paseaba por la casa. Decía qué, gracias a Dios, nunca veía a nadie, que siempre estaba sola, como si el mundo se vaciara. Nunca le hablé de mis fantasmas. Nos contaba que a veces viajaba. Que había estado en La India y que no le había gustado. "Está todo sucio y huele como a pimentón", decía. A veces entraba en la casa de los vecinos y se enteraba de cosas. Abría los cajones, revolvía la cocina. Una vez se trajo una cuchara preciosa con la empuñadura de nácar, se despertó en la cama con ella en la mano, muy contenta. "Voy a usarla mucho, decía". "Para la mermelada". También había estado en Madrid. Había visitado Londres. "Por encima". A Pontevedra no iba".

A Rodrigo Cortés (Cenlle, Orense, 1973) se le conocía sobre todo como realizador de cine, pues despuntó con su segunda película, la brillante Buried (Enterrado), de 2010, bastante arriesgada al tener una única localización, el interior de un ataúd. Después ha revalidado su talento para el cine con Luces rojas (2012) y Blackwood (2018), y se ha convertido en el hombre de moda para los apasionados del Séptimo Arte y la música con los podcast "Aquí hay dragones" y "Todopoderosos". Como escritor, ha incursionado en los 'antiaforismos' y 'breverías', con "A las 3 son las 2" (2013), y "Dormir es de patos" (2016), y ya había publicado una novela, "Sí importa el modo en que un hombre se hunde" (2013).

"Por razones naturales, soy antes escritor que cineasta en un sentido puramente cronológico, por las dificultades de acceder a un oficio como el del cine que en la infancia parece inabordable", explica en una entrevista publicada en El Mundo. "Es tan fascinante como el deseo de ser astronauta. Luego cruzas esa línea imaginaria... Pero amo la palabra. Siempre lo he hecho. Incluso como director de cine, siempre he cuestionado la sentencia de que una imagen vale más que mil palabras. Son oficios completamente distintos. En el cine, el personaje se muestra a través de la acción, a través de sus decisiones, de las cosas que hace, y no tanto de lo que dice. Mientras que en la literatura, el personaje se piensa, se reflexiona y se accede al mundo a través de su mirada".

Literatura Random House publica "Los años extraordinarios", en edición en tapa blanda, de 354 páginas, que sale a la venta al precio de 17,95€. También está disponible en versión .mobi para descargar para Kindle, por 8,54€

Sinopsis de "Los años extraordinarios", una vida diferente

Memorias escritas en primera persona de Jaime Fanjul, que vino al mundo en Salamanca, en 1902, durante el reinado de Carlos VII, en un día de viento, como le recordaba siempre su madre, una mujer capaz de salirse de su cuerpo, que murió de forma prematura. Su padre, tercera generación de una familia de dueños de una mercería, no soporta la idea de que el chico no quiera seguir sus pesos y hacerse cargo del negocio, y le irrita que le robe el sombrero. Tendrá un único hermano, Benito, y tres hermanas Andresita, Elena y Elena II, pues le pusieron el mismo nombre tras el fallecimiento de su predecesora.

Tras aprobar la reválida de la época, Jaime deja a los suyos para viajar a Madrid (una de las dos capitales de España, junto a Espuria) en busca de fortuna. Durante los años siguientes, vivirá todo tipo de peripecias, se enamorará de Justine, la esposa de su George, su socio en un negocio de bicicletas viejas, que se convertirá en madre de sus hijos, y visitará lugares como Nueva York, Camboya, etc.

Reseña de "Los años extraordinarios", esperpento valleinclanesco

Resulta complicado encontrar un talento renacentista, que salga airoso de sus incursiones en distintas disciplinas. Se puede poner como ejemplo a Woody Allen, genial realizador que sin embargo escribe cuentos mediocres, y su reverso, Paul Auster, memorable escritor que fracasa como realizador de cine. Pocos casos como el de Fernando Fernán Gómez, capaz de ambas cosas. Sin entrar en comparaciones, que ni falta que hacen, asombra el caso de Rodrigo Cortés –que como aquél también escribe columnas para ABC–. Sería fácil relacionar su escritura satírica con la de Jonathan Swift, aunque sobre todo enlaza con la tradición de españoles, herederos de Quevedo, como Enrique Jardiel Poncela, Rafael Azcona, o el teatro de Miguel Mihura, con el que tiene en común un fondo bastante dramático pese a una apariencia cómica. Y sobre todo planea la sombra del esperpento de Valle-Inclán.

Salvando todas las distancias posibles con los autores mencionados, Cortés exhibe un estilo propio e inclasificable que desde este momento le ha granjeado un espacio propio, así que con un poco de suerte seguirá escribiendo más volúmenes. El autor no decepciona, a ritmo de un par de párrafos ingeniosos por página, y sobre todo no para de lanzar torpedos contra defectos típicos de los españoles. Y sobre todo, deja con ganas de más. Tiene mérito que según sus declaraciones, haya escrito gran parte del texto durante el rodaje de uno de sus largometrajes, pese a las exigencias que conlleva ejercer como realizador de cine.

Utiliza las frases con la precisión de un relojero, sobre todo con el objetivo de hacer reír (pocos libros lo consiguen de verdad), pero también para dar que pensar. Tiene mérito que la trama se sostenga, y que mantenga al lector en constante ansia de saber más, pese a su surrealismo desatado. Y eso que la trama incluye la llegada del mar a Salamanca, una guerra entre Alicante y el resto de España, una alternancia de repúblicas españolas y monarquía cada treinta años, un rey carlista, o una peculiar versión de la Segunda Guerra Mundial donde a Hitler le sustituyen por un antiguo actor de teatro llamado Wegener. Ante tamaños hallazgos, resulta difícil encontrar párrafos desdeñables.

Resulta curioso que si alguna vez este relato se llevara al cine, nadie pensaría en Rodrigo Cortés como el autor a priori más indicado para ocuparse de la realización, ya que no puede ser más diferente de su cine. Hace falta darle vueltas a la cabeza para encontrar un nexo de unión, pero da igual, ni falta que le hace.