Crítica de "El juego de Ripper", de Isabel Allende


La chilena Isabel Allende publica sus novelas a ritmo de una cada dos o tres años, desde principios de la década de los 80, cuando triunfó con La casa de los espíritus, su primer trabajo. Tras la decepcionante "El cuaderno de Maya", de 2011, llega a las librerías su nueva obra.
Plaza & Janés edita en España "El juego de Ripper", en edición en tapa dura con sobrecubierta, de 480 páginas, al precio recomendado de 22, 90€.
Sinopsis de "El juego de Ripper", crímenes en San Francisco
La acción transcurre en San Francisco. Amanda, hija de la sanadora Indiana, y de Bob Martín, inspector de policía –ambos separados–, pasa las horas jugando online a Ripper, donde con ayuda de su abuelo y varios chicos, resuelve misterios en el Londres de Jack el destripador. Cuando según había previsto la profecía de una reputada astróloga se desata una oleada de crímenes en la ciudad, Amanda inicia una investigación paralela a la de policía, con sus habituales compañeros de aventuras.
Pero Indiana, la madre de Amanda, es secuestrada por el asesino. Antes de que éste acabe con su vida, el inspector Martín tratará de encontrarla siguiendo los consejos de la chica, que ha demostrado saber mucho más sobre el caso que la policía.
Crítica de "El juego de Ripper",
"El juego de Ripper" supone la primera incursión de la autora en el género policíaco, actualmente de moda, y evidencia que ha leído algunos títulos nórdicos, como la trilogía "Millennium". Al parecer la idea surge de un encargo de la agente literaria Carmen Balcells, que le pidió que escribiera un libro junto con su marido, el abogado William C. Gordon, si bien la autora rechazó esa posibilidad.
Isabel Allende no defrauda, pues ha compuesto uno de sus textos más amenos de los últimos años. La trama de intriga funciona, en gran  medida por sus numerosos elementos paródicos del género, introducidos con gracia en un estilo cervantino, sobre todo en los momentos en los que los policías se muestran incapaces de extraer conclusiones evidentes, mientras que la investigadora aficionada llega con facilidad mucho más lejos que ellos. En el último tramo, cambia el tono, y la autora parece haberse tomado el libro en serio, creando cierta tensión.
El punto fuerte estriba en los numerosos secundarios –como en el resto de la bibiografía de la chilena–, que dejan poso, sobre todo la experta en artes marciales, la anciana fotógrafa, y el camarero que por las noches se traviste. Todos ellos rebosan carisma y están descritos con la necesaria tridimensionalidad.
Los apasionados de la escritora descubrirán numerosas referencias personales, pues por ejemplo menciona un par de veces a su marido, o rememora las secoyas, un tipo de árbol que rodea la tumba de su hija, Paula, cuyo fallecimiento dio lugar a uno de sus libros más conocidos.
También habla de que se considera pasado de moda el Realismo Mágico, género al que Isabel Allende se adscribe desde el principio de su carrera. Sin embargo, no renuncia ni mucho menos al mismo, pues el libro está lleno de elementos fantásticos tratados de forma cotidiana –las profecías, referencias a espíritus–.

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