Paul Auster se ha propuesto tener una cita anual con sus lectores durante algún tiempo, lo que sus numerosos aficionados en todo el mundo agradecen. Sin embargo, también es cierto que desde "Brooklyn Follies", del año 2005, el escritor parece empeñado en publicar libros deliberadamente menores. La sensación es de que la mayoría de los veces sólo ha querido cumplir con sus editores, pero rehuye superarse el desafío de superarse a sí mismo...

Es lo que ocurre con "Viajes por el Scriptorium" y "Un hombre en la oscuridad", claros ejercicios de estilo con poca enjundia. Le quedó mucho más redonda "Invisible", quizás su mejor obra del último lustro, con pocas novedades pero gran interés. 

Tras "Sunset Park", que empieza con fuerza, pero se acaba apresuradamente, Anagrama publicó en España "Diario de invierno", que tampoco tiene grandes pretensiones. La edición de 244 páginas salió a la venta al precio de 18,90€.

Sinopsis de "Diario de invierno", vuelve el Paul Auster autobiográfico
En "Diario de invierno", Paul Auster retoma su faceta autobiográfica mostrada anteriormente en los libros "A salto de mata" y "La invención de la soledad". En primer lugar repasa acontecimientos de diferentes etapas de su vida que se le quedaron grabados, como el golpe que recibió cuando uno de los jugadores contrarios se le avalanzó encima durante un partido de béisbol, su descubrimiento del sexo junto con una prostituta, una reflexión sobre la edad de las personas que le brinda su admirado actor Jean-Louis Trintignant, y sobre todo un accidente de coche del que se siente tremendamente culpable.

Además, el escritor rememora la totalidad de las casas donde ha vivido a lo largo de su vida, desde la calle South Harrison, 75, en Nueva Jersey donde su famiila habitó cuando era un bebé, y de la que no conserva ningún recuerdo, pasando por sus residencias en París durante su juventud, y las que compartió con sus parejas.

Crítica de "Diario de invierno", un libro en segunda persona
En esta ocasión, aunque está hablando de sí mismo, Paul Auster escribe en segunda persona, una técnica difícil pero que ya le había dado buen resultado en alguna otra obra. Gracias a eso logra bastante fuerza, al tiempo que provoca la sensación de que el autor se observa a sí mismo, autoexaminándose para llegar a algún tipo de conclusión. Como es habitual, el estadounidense demuestra su dominio de las estructuras imaginativas, y por ejemplo su pausado repaso a sus diferentes residencias, 21 en total, resulta bastante fresco.

El libro lo devorarán sus apasionados seguidores de principio a fin, y también quienes deseen tener un primer acercamiento a la obra del prolífico escritor neoyorquino. Indaga en temas de calado, fundamentalmente el paso del tiempo, la muerte, la fugacidad del ser humano y la superación del dolor. Escrito cuando el autor se acerca a la edad oficial de jubilación -aunque a él sin duda le queda cuerda para rato- parece que se siente más impulsado que nunca a reflexionar sobre el destino inevitable del ser humano y lo efímero de su existencia.

Un conjunto deslabazado
Por lo demás, apenas aporta novedades al universo de Auster. La mayoría de datos que ofrece sobre su vida son ya sobradamente conocidos, y aunque al principio promete, no aporta la profundidad que sería deseable. Queda una serie de pensamientos interesantes, a veces un tanto deslabazados.

En suma, aunque el conjunto en suma se lee de un tirón, como es habitual en la obra del autor de "La música del azar", ya va siendo hora de que un año de éstos se proponga -aunque finalmente no lo consiga- redactar un libro que tenga vocación de ocupar una de las primeras posiciones en la lista de sus obras fundamentales.