Reseña de "Serotonina", de Michel Houellebecq

"Tengo cuarenta y seis años, me llamo Florent-Claude Labrouste y detesto mi nombre de pila, creo que procede de dos miembros de mi familia a los que mi padre y mi madre, cada uno por su lado, querían honrar; y es lamentable porque, por lo demás, no tengo nada que reprochar a mis padres,  fueron excelentes en todos los sentidos, hicieron todo lo posible para darme las armas necesarias en la lucha por la vida, y si al final he fracasado, si mi vida termina en la tristeza y el sufrimiento, no puedo culparles a ellos, sino más bien a una desventurada serie de circunstancias de las que tendré ocasión de hablar (…)”.

Cada libro del escritor más desencantado y amargado de la literatura europea se recibe como si fuera un gran acontecimiento. Más en el caso de "Serotonina", que llega después de la extraordinaria "Sumisión", ganadora del premio Goncourt. El siempre provocador Michelle Houellebecq vuelve a recoger las lamentaciones del hombre europeo de mediana edad en su última novela.

Anagrama publica en España "Serotonina", en edición en tapa blanda, de 288 páginas, que sale a la venta al precio de 18,90€. También está disponible en versión e-book para descargar, para Kindle, por 9,49€.


Sinopsis de "Serotonina", en busca de una nueva vida

Florent-Claude Labrouste, agrónomo, de 46 años que odia su nombre, enganchado al Captorix, antidepresivo de última generación que libera serotonina. Ha descubierto unos vídeos en los que su novia, la japonesa Yuzu participa en orgías, o practica sexo con un perro. Tiene un encuentro catártico en una gasolinera de Almería, en la que ayuda a dos jóvenes españolas a cambiar la presión de las ruedas, lo que le hace llegar a la conclusión de que su vida no tiene sentido, así que decide romper por lo sano.

Tras mandar al garete a Yuzu, y renunciar a su contrato de alto nivel en el Ministerio de Agricultura, se refugia en un hotel y deambula de un lado a otro, buscando hoteles en los que aún le permitan fumar, al tiempo que repasa sus relaciones amorosas pasadas, con Kate, Claire y Camille, que siempre han tenido un final desastroso. Además, se reencontrará con un viejo conocido, ­Aymeric, un aristócrata que ha regresado al campo de su familia a trabajar la tierra

Crítica de "Serotonina", vuelve el gran provocador

Le falta un armazón narrativo que estructure la acción; con la excusa de que el protagonista se retira del mundo, simplemente se suceden las reflexiones, o las narraciones de capítulos de la vida del personaje central, sin orden ni concierto. Esto no quiere decir que el libro carezca de interés, casi cualquier cosa sobre la que despotrique el protagonista da que pensar. En esta ocasión el autor se despacha a gusto sobre la agricultura transgénica, la decadencia de la civilización europea, los peligros de la socialdemocracia, la prostitución y la pederastia. Casi siempre parece que con la excusa de estar defendiendo los puntos de vista de su protagonista, el autor nos cuela su propia forma de pensar, que se distingue sobre todo por un machismo exacerbado, y por su absoluta falta de interés en mantener las reglas de la corrección política.

Michel Houellebecq sigue siendo un autor visionario, pues si en "Plataforma" vaticinó el atentado contra las Torres Gemelas, aquí habla de ganaderos de Normandía que se levantan violentamente contra la supresión de las cuotas de leche dictadas por Bruselas, con diez agricultores y un antidisturbios muerto, en un claro avance de las revueltas de los chalecos amarillos, en plena efervescencia cuando ha salido a la venta el volumen.

Como cabe suponer, la lectura no resulta recomendable para feministas. "La mujer exige el homenaje de las penetraciones vaginales frecuentes y de preferencia cotidianas" o "La felicidad del falo pasa a ser un fin en sí mismo para la mujer" son algunas de sus perlas. E incluso se permite alguna opinión que puede resultar polémica en España, cuando califica al Generalísimo como un precursor del turismo de masas. "Franco era en realidad un auténtico gigante del turismo y es con esta vara con la que acabaría siendo valorado por algunas escuelas de hostelería suizas, y de un modo más general, en el plano económico".

Pero esta vez incluye algún elemento optimista, por ejemplo parece creer en la necesidad de encontrar el amor. También reivindica en cierta manera el idealismo perdido de la juventud. Sin ser de lo mejor del autor, se lee de un tirón, y no dejará a nadie independiente, o sea que en suma aporta mucho más que el 90 por ciento de los libros que se publican.

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